La utopía de la Ciudad Ideal puede enunciarse más exactamente como utopía de la Ciudad Platónica. Para el filósofo griego era el horizonte fundacional sobre el cual se inscribe la totalidad de las actividades que, como platónicos, para bien o para mal, desarrollamos: nuestra ética, nuestra ciencia, nuestra producción y hasta nuestras operaciones artísticas o estéticas. Por su carácter de utópica, la Ciudad Ideal no se deja subsumir bajo las categorías que fundamentan y dan vida a la razón y se opone a la ciudad sensible.
Los diálogos platónicos son pieza clave en las bibliotecas alejandrinas, las escuelas medievales y los centros intelectuales del Renacimiento. En el horizonte de nuestra cultura se sigue vislumbrando, siglo tras siglo, la Atenas bien ordenada y feliz, copia privilegiada de la Ciudad Ideal, que se constituye en fundamento y justificación de todas las dimensiones de nuestro ser. La Ciudad Ideal motiva nuestros sentimientos afectivos y justifica incluso nuestra propia muerte.
Pero Platón no llevó su pensamiento a sus últimos extremos, se negó a mirar realmente el campo eidético y reconocer la existencia de lo indeterminado, lo caótico, la alteridad y el mal. El paso siguiente lo asume con más de dos mil años de distancia otro pensador, el más grande y consecuente de los platónicos.
Hegel, que se planteó redondear la obra empezada por la filosofía clásica griega: elevar el platonismo de proyecto a sistema, pasar de la filo-sofía a Sofía.

  • Detalles del libro

  • Número pàgines:   102
  • Drets a l'estranger:
    SPAIN- Taurus, 1995
  • Editorial:   Taurus

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