En Historias de mujeres malas el autor explora y juega con algunas de las obsesiones de la cultura popular desde la fascinación que producen los talk shows -visto por los dos lados de la pantalla de cristal- hasta las fantasías delirantes que generan las promesas de la alta tecnología -a pesar del inminente riesgo de convertirnos en módems de nuestras computadoras-, pasando por el entusiasmo desmedido que provocan los ovnis y las conspiraciones. Asimismo es una mirada sarcástica hacia el costo de la sexualidad en todos los sentidos, desde la búsqueda de la satisfacción a cambio de dinero – en las calles de Tailandia o en los hoteles de paso del Estado de México hasta el sacrificio y el martirio erótico, tocando una de las formas del fetichismo criminal. También aquí se recorre el espectro de las relaciones de pareja, de la fantasía necrófila al sometimiento a las formas feroces de lo políticamente correcto. Los relatos de Historias de mujeres malas están cargados de humor negro y están impregnados de pesimismo sórdido y desesperanza; son un ejercicio por rescatar lo que nos resta de humanidad en un tiempo de sometimiento emocional, muerte del afecto y fanatismo por lo inmediato. Contrariamente a los que se pondría pensar, no son relatos misóginos sino que son protagonizados por la incomprensión del sexo opuesto por los deseos reprimidos, las fantasías inconfesables y la certeza de que, en algún lado, hay una sexualidad mejor que la que practicamos.